El producto revolving ha sido tradicionalmente asociado con la figura de la usura. Se trata de créditos al consumo cuya principal característica reside en su modalidad de pago: el consumidor reembolsa pequeñas cantidades que se renuevan automáticamente, generando la percepción errónea de disponer de crédito constante. Esta sensación de liquidez, no obstante, oculta el coste real de su uso y la deuda que se genera con cada compra realizada.
Hasta la fecha, la discusión jurídica se centraba casi exclusivamente en determinar si el interés aplicado era usurero. Sin embargo, surge una cuestión igualmente relevante: ¿el consumidor comprende realmente las consecuencias económicas derivadas del uso de la tarjeta revolving? La realidad es que muchos usuarios no son conscientes del alcance de la deuda acumulada, asimilando este sistema a un método de pago convencional.