L’associació empresarial Empresaris Veterinaris de les Illes Balears (EMVETIB), nos ha entrevistado sobre un tema lamentablemente de actualidad y que nuestro despacho gestiona para pequeñas y medianas empresas: la morosidad en las clínicas veterinarias. En el artículo en catalán ‘La morositat asfixia la liquidat d’una empresa‘.
La morosidad en las clínicas veterinarias es una realidad que socava la viabilidad de muchas de estas empresas, cuya función empresarial, pero también social, tiene una importancia capital en las Illes Balears en particular y en España en general.
EMVETIV, en les seves pròpies paraules, aglutina més de 50 empreses amb 700 treballadors i una población atesa de 50.000 animals, dota el sector veterinari de presència i valor com activitat empresarial dins de la societat. El veterinari és un professional altament qualificat que ha realitzat estudis superiors, ha fet una inversió molt important a la seva clínica, però que sovint, moltes vegades a causa de la seva intensa vocació, no es veu a si mateix ni tampoc per part de la societat com a empresari i no es valora com a tal. Sovint els clients pensen que els nostres serveis clínics haurien de ser gratuïts.
Para los lectores que se manejen mejor en castellano, os dejamos la traducción de la entrevista sobre la morosidad en las clínicas veterinarias:
¿Cómo afecta la morosidad a cualquier PYME?
La morosidad asfixia la liquidez de una empresa y, sin esta liquidez, cualquier negocio decae por muy buenas perspectivas que se tengan. Muchas Pymes pensaban que lo importante era vender mucho, a cuantos más clientes mejor. En cambio, lo importante es cobrar, ofreciendo bienes y servicios de valor añadido que permitan márgenes suficientes para hacer rentable la empresa. Con la crisis y las dificultades de los consumidores para hacer frente a sus deudas, la morosidad ha crecido. Un fenómeno que no tiene que distraernos de una prioridad, en épocas difíciles y prósperas: gestionar la morosidad es una actividad empresarial que debe implementarse de forma continua y sistemática.
¿Qué aconsejarías a las clínicas veterinarias para evitar impagos?
En el despacho que fundé junto a la abogada especialista en derecho mercantil Cristina Borrallo, Futur Legal, además de demandas de clientes afectados por las malas prácticas bancarias (participaciones preferentes, hipotecas multidivisa, cláusulas hipotecarias abusivas o comisiones bancarias, entre otros servicios), también asesoramos a pequeñas y medianas empresas con problemas de morosidad. El primer consejo que podemos dar a las Pymes en general y a los veterinarios en particular se refiere al trabajo previo que hay que hacer para prevenir, en la medida de lo posible, la morosidad de los clientes: no hay venta sin cobro del servicio. Trabajar sin cobrar no es trabajar, es perder nuestro tiempo. Por tanto, tenemos que implementar una política empresarial de aceptación y denegación de clientes, de selección de los clientes que quieren y pueden pagar (colectivo que puede ser beneficiarios de servicios de valor añadido como el pago en varios meses o cuotas fijas mensuales para cubrir mantenimiento y urgencias veterinarias), de los clientes que pagan pero no con la puntualidad que sería deseable, pero que a fin de cuentas siguen siendo un colectivo al que prestar servicio. La persona que ni paga al día ni tiene una actitud de buen pagador, debe ser descartado al primer impago, que debería ser de un importe lo más pequeño posible.
Es común que los pequeños empresarios (y no tan pequeños) vean la morosidad como una desdicha que les ha tocado sufrir, cuando en realidad es un parámetro más de la gestión empresarial. La mala suerte influye, pero una alta morosidad siempre tiene un factor de mala gestión empresarial: los pagos y los cobros son la sangre del negocio. Y no se intoxican por casualidad. La profilaxis, como he explicado, es el primer paso a seguir en el protocolo anti-morosidad.
Ponerse en manos de profesionales, básicamente de un abogado experto en estos temas, permite una tasa de recobro mucho más elevada, que hay que valorar en base al importe y frecuencia de los impagos. Se empieza por una gestión extrajudicial de los impagos, para pasar a la fase judicial cuando el importe adeudado así lo recomienda.
Teniendo en cuenta que hablamos de vidas de animales que son integrantes de una familia, ¿cómo puede un veterinario afrontar esta delicada situación, lidiar con el injusto IVA veterinario del 21% y sobrevivir con sus reducidos márgenes comerciales?
Como economista y amante de los animales, que los servicios profesionales de un veterinario tengan un IVA del 21% en lugar del reducido o superreducido, me parece una muestra más de lo lejos que está la especie humana en general y nuestros políticos en particular de entender la verdadera relación entre la especie humana y los animales. De hecho, hasta la forma de llamar a la relación me parece equivocada: no somos amos de nuestros animales, somos sus protectores. O protegidos, en muchas ocasiones. Cuando las futuras generaciones miren atrás, se avergonzaran de cómo hemos maltratado a los animales.
En cuanto a los márgenes comerciales, teniendo en cuenta que es un mercado con una demanda creciente, ya que a medida que las civilizaciones avanzan gastan más en la salud de sus animales, se trata de aportar servicios de mayor valor añadido. Por ejemplo, enseñando a los humanos como relacionarse con sus animales, información sobre los tratamientos y formación. Muchos clientes no ven en una clínica veterinaria más que un lugar dónde llevar a sus animales para vacunar y para urgencias. Hay que ofrecer más a los clientes, que gasten en sus animales por gusto y no por obligación o necesidad, como pasa hoy en día.
Al no existir un equivalente a la Seguridad Social en el mundo animal, ¿se puede conciliar la tenencia de un animal doméstico con el elevadísimo coste de muchos tratamientos médicos?
Yo tengo tres perritas y dos gatos, además de tortugas de agua; sé lo que cuesta que mis compañeros estén sanos. El coste de los tratamientos médicos está fuera del alcance de muchas familias y es una vergüenza que no haya un sistema de salud animal al alcance de todos. De momento, sería interesante que las propias asociaciones de veterinarios trabajaran en algún tipo de solución temporal. Se me ocurre, por ejemplo, la tarifa plana: un pago mensual a un veterinario o grupo de ellos que contemple todos los gastos periódicos más un coste especial mucho más reducido para las urgencias. Los clientes reparten el coste y los veterinarios ofrecen un buen servicio y estabilizan sus ingresos.
¿Pueden las clínicas veterinarias asumir el riesgo de dar crédito directamente a sus clientes?
Como ya he adelantado, pueden y deben hacerlo con los clientes que han sido debidamente categorizados como buenos clientes. La dificultad, lo sé, estriba en saber hacer esta selección. Lo que es un tremendo error es dar crédito a un cliente que no puede pagarnos los servicios, de forma recurrente. El crédito es para facilitar los pagos, no para financiar probables morosos.
Si la clínica fuese tuya: ¿qué harías en el caso de recibir una media de 10 visitas y llamadas diarias pidiendo asistencia gratuita por no contar con recursos?
Cada profesional, del sector que sea, debe tener muy claro una idea: si solo trabaja para ganar dinero, morirá muy pobre; de lo más importante: el amor de los demás. Dicho esto, que procuro aplicar en mi vida diaria, se dedican horas al trabajo para ganar dinero, además de por pasión y, en el caso de los veterinarios, por compasión hacia otras especies. Nos tenemos que fijar un tiempo y coste máximo mensual que dedicaremos a este tipo de servicios altruistas, en colaboración con otras profesionales, asociaciones y organizaciones públicas, si fuera posible. Y no rebasar dichos parámetros. Así disfrutaremos del placer de ser buenas personas pero sabiendo cuándo decir no: cuando hayamos rebasado nuestro presupuesto de hacer el bien. Ser veterinario es una actividad que ofrece al mundo mucho más de lo que recibe. Lo que en economía llamamos externalidades positivas. Curar un perro abandonado atropellado puede que jamás acabe siendo rentable, pero no imagino persona más rica que el veterinario al que lo mira un can agradecido.
Desde mi humilde atalaya de economista, unas últimas palabras al colectivo de veterinarios y veterinarias: muchas gracias.